Existen miles de especies de abejas repartidas por todo el mundo.
Dentro de las miles de especies existentes, un grupo lo integran las llamadas "abejas de la miel", con varias especies y muchas más subespecies. De ellas, aquí sólo se trata de una sola especie: Apis mellifera (Linnaeus, 1758), la abeja de la miel europea.
La estructura altamente eusocial de sus colonias y la producción de miel son las características básicas que la diferencian de las demás especies de abejas.
Apis mellifera
La abeja de la miel es un insecto muy sociable que vive en grandes colonias formadas por miles de obreras (de 10.000 a 60.000) procedentes de una sola reina (única hembra fértil de la colonia), fundadora de la colonia, y cuya labor principal es la puesta. Por el tamaño y organización de la colonia se considera que las abejas de la miel representan uno de los puntos culminantes de la evolución social en los insectos.
Para convertirse en reina, la larva ha de ser nutrida con jalea real, y no con polen como las larvas de las obreras; además la larva ha de ser alojada en una celda especial de la colmena.
Por consiguiente es la alimentación especial lo que determina que una hembra se desarrolle como reina o bien lo haga como obrera.
¿Y dónde quedan los machos? Los machos son los zánganos, que proceden de huevos sin fecundar; su función es sólo el apareamiento con la reina, que ocurre en pleno vuelo ("vuelo nupcial"), tras el cual muere.
La reina es la hembra adulta fecundada (generalmente por 12-15 zánganos). El esperma lo conserva activo en el interior de su espermateca y lo empleará para fertilizar los huevos (sólo si quiere que nazcan hembras, sean obreras o nuevas reinas). La función de la reina es poner huevos, en un sólo día puede llegar a poner hasta 2.000 de ellos, lo que únicamente es posible gracias a los meticulosos cuidados y atenciones que recibe por parte de las obreras en todo lo que ella necesita (alimentación, higiene, etc). Comparadas con la reina (que puede vivir de 2 a 7 años), las obreras tienen una vida mucho más corta, de tan sólo unas pocas semanas.
La abeja de la miel es uno de los principales polinizadores agrícolas, por lo que resulta muy importante para el ser humano en términos económicos, ya que buena parte de la comida que se produce para el consumo humano depende de la polinización de los insectos. Su docilidad, fácil manejabilidad, transportabilidad y extraordinario tamaño de sus colonias, hacen de la abeja europea de la miel una candidata excelente para ser empleada por el ser humano en muchos cultivos comerciales.
Seguidamente ejemplares de Apis mellifera fotografiados en el Parque Natural de Collserola (Barcelona)
La colmena de las abejas se caracteriza por el uso de las celdas hexagonales construidas sólo de cera que los mismos insectos segregan. Esta característica forma hexagonal de la celda en un panal obedece a una razón práctica: una pared de seis lados constituye el uso más eficiente de la cera, ya que permite a las abejas producir un mayor número de celdas individuales con la menor cantidad de cera.
La colmena, de elegante diseño por su casi perfecta geométrica construcción, constituye la plataforma para toda la colonia.
Todas las abejas son estrictamente vegetarianas, y se alimentan de polen y néctar que lo obtienen de las flores.
LAS OTRAS ABEJAS DE LA MIEL
Apis mellifera, la abeja de la miel europea, es la más conocida y extendida de las abejas de la miel dada su domesticación por el ser humano, pero existen otras especies del género Apis que también son productoras de miel, todas nativas de Asia.
Seguidamente se mencionan tres de ellas:
Apis cerana (Fabricius, 1793)
Es la "abeja de la miel oriental" o asiática, la más extendida en el continente aiático. Su tamaño es similar al de Apis mellifera (la abeja de la miel occidental), o quizás algo más pequeño.
Es sabido que las colmenas de Apis cerana no producen tanta miel como las de Apis mellifera, por eso los apicultores prefieren a esta última más que a la abeja oriental.
Apis dorsata (Fabricius, 1793)
La "abeja de la miel gigante", difundida por el Sudeste Asiático.
Las obreras de Apis dorsata miden hasta 3 cm de largo, más que nuestras Apis mellifera, y van armadas con un aguijón de unos 3 mm conectado a unas grandes glándulas del veneno. Apis dorsata es la más grande de todas las abejas de la miel, y también la más defensiva de ellas (más todavía que las abejas melíferas africanas, subespecie de Apis mellifera).
Apis florea (Fabricius, 1787)
Si la anterior es la más grande de las abejas melíferas, la que ahora nos ocupa es por contra la menor de todas ellas, por eso se la llama "abeja melífera chica".
Apis florea habita los ambientes más cálidos de Omán, Irán, Pakistán y la isla de Sri Lanka. La miel que produce esta abeja tradicionalmente se ha empleado más como una medicina, con supestas propiedades terapéuticas, que como un auténtico alimento. En todo caso, sus colmenas producen menos cantidad de miel que las de Apis mellifera.
LA PICADURA DE LA ABEJA DE LA MIEL
El entomatólogo Justin Schmidt eligió la picadura dolorosa de la abeja de la miel como punto de referencia para la elaboración de su escala del dolor, el llamado Índice del dolor de J. Schmidt, en la que clasifica la picadura de diferentes himenópteros (avispas, avispones, abejas y hormigas) en algunos de los cuatro niveles de la tabla (desde el nivel 1 para las menos dolorosas, hasta el nivel 4 para las de dolor más intenso), en base a sus propias experiencias sufridas con estos insectos. A la picadura de la abeja de la miel Apis mellifera le asignó el nivel 2. Varias fueron las razones que impulsaron al entomatólogo a eligirla a ella: su amplia difusión geográfica, su abundancia y su popularidad; casi todos hemos sufrido, al menos alguna vez en nuestra vida, la picadura de una abeja, y hemos experimentado su dolor, de manera que puede servir de referencia para, a partir de ella, medir el dolor que causan los aguijonazos de otras especies diferentes.
Aunque en el Schmidt Sting Pain Index la picadura de la abeja está en el nivel 2, como la de otros muchos himenópteros, el mismo Justin Schmidt la eleva al nivel 3 si la picadura se produce en un lugar tan sensible como la lengua. El dolor de la picadura puede variar según la zona del cuerpo afectada: las nalgas, lumbares o antebrazos son zonas de menor dolor, en contraste con muchas partes de la cara (mejilla, labio superior, nariz), o también las palmas de la mano, que resultan más sensibles.
En cuanto a la toxicidad, la LD50 del veneno de Apis mellifera es de 3,5 mg/ Kg de ratón (Schmidt et al., 1980) y la cantidad que inocula no es muy grande. Otros insectos, como el grandioso avispón asiático (Vespa mandarinia) inyecta mucho más, por eso sus picaduras son bastante más peligrosas, aún siendo su veneno gota por gota un poco menos tóxico que el de nuestra abeja.
El principal componente del veneno de la abeja es la melatina (el término viene del nombre científico mellifera), que viene a ocupar alrededor de la mitad de la apitoxina. En un 20 % del veneno está el segundo componente más importante: la fosfolipasa A2. Además de melatina y la fosfolipasa en el veneno de la abeja se encuentran varios componentes menores, como la apamina (una neurotoxina, 2 %), o también la histamina entre otros.
La picadura de Apis mellifera causa un dolor corrosivo que sólo dura unos minutos, y luego decrece; eritema y edema en el lugar de la picadura.
Como siempre, el verdadero peligro en una picadura de abeja, lo mismo que de avispa o avispón, es el riesgo de una posible reacción anafiláctica en personas sensibles que ya hayan sido picadas con anterioridad.
¿Por qué la abeja de la miel muere después de picar?
Todos sabemos que el aguijón de la abeja no es liso, sino que contiene unas barbas o púas estiradas lateralmente, que impiden o dificultan que el insecto pueda retirar su aguijón de la carne de la víctima, dejándolo ahí clavado con todo el contenido abdominal al que estaba adherido.
Otros insectos, como las avispas (hay algunas excepciones), abejas solitarias y abejorros tienen aguijones lisos o con barbas reducidas, lo que les permite retirar el aguijón sin problemas. Pero la abeja de la miel ha optado por la estrategia de la "autotomía de la picadura": el aguijón actuaría como una unidad separada y semiautónoma del resto del insecto, una unidad que gracias a esas barbas quedaría retenida en la carne del enemigo.
El sistema de la autotomía asegura que la totalidad del veneno sea inoculada, maximizando de esta manera la efectividad de la picadura. Cierto es que la abeja muere, pero ella es sexualmente estéril, por lo que su desaparición no afecta directamente al proceso reproductivo de la especie. Ella se sacrifica para que la colonia, concebida como un superorganismo, pueda seguir adelante, y a través de su reina y los zánganos, continuar la labor reproductiva.
La hormiga Pogonomyrmex maricopa, y algunas avispas sociales como la sudamericana Synoeca surinama, también han apostado por la estrategia de la "autotomía de la picadura", por lo que ellas también mueren después de picar.
Finalmente señalar la utilidad del veneno de la abeja para los humanos, que lo empleamos con finalidades terapéuticas para tratar ciertas dolencias como la artritis.
LA ABEJA DE LA MIEL Y EL SER HUMANO
Nuestra abeja de la miel, Apis mellifera, fue domesticada por el ser humano hace ya más de 4000 años. Entre este útil insecto y el hombre se ha establecido una relación de simbiosis por la cual ambos salen beneficiados.
Los humanos han aprendido la manera de generar una forma domesticada de la abeja de la miel, con una más reducida actitud defensiva y una incrementada capacidad recolectora de néctar y elaboración de miel. A cambio, la abeja domesticada queda protegida de los depredadores, y sobretodo queda protegida de las alteraciones al medio ambiente que afectan a su hábitat originario en Europa y África.
Existen varios estilos de colmena, pero los apicultores emplean generalmente el consistente en cajas, debido a su comodidad, transportabilidad y la posibilidad de apilarlas aprovechando así más eficientemente el espacio disponible. Las abejas europeas de la miel se emplean muchas partes del mundo para la polinización en granjas; en E.E.U.U. más de la mitad de la producción agrícola está fundamentada en la labor polinizadora de este insecto, su importancia económica, pues, es realmente enorme.
El declive de las abejas, como el de otros polinizadores silvestres, viene observándose desde hace un tiempo, intentando encontrar las causas, que probablemente son varias. Una de ellas, el empleo de insecticidas neonicotinoides (que dañan el sistema nervioso de los insectos), está ya demostrada en varios estudios científicos y por eso algunos países han prohibido o al menos restringido su uso. Estos insecticidas, aplicados a las plantas, contaminan el polen y néctar que luego las abejas recogen y llevan a la colmena, donde los consumen e incorporan a la miel que comemos los humanos. Es importante que entre todos trabajemos hacia un modelo de agricultura sostenible y más ecológica, basado en la protección de los polinizadores entre los que sobresalen, por su importancia, las abejas y los abejorros.
Cuando veas una abeja en el campo, recuerda lo útil que es, y que la desaparición de la especie en el mundo comportaría grandes perjuicios para todos: para el equilibrio ecológico, para la biodiversidad, y, en fin, para nosotros mismos.